miércoles, 7 de julio de 2010

ESTA ES LA RELIDAD DE LOS DDHH EN COLOMBIA.

UN ASCO
por Antonio Caballero

OPINIÓN

Uribe se limita tautológicamente a decir que como Cepeda fue asesinado, lo asesinaron. ¿Quiénes? los asesinos.

Domingo 27 Junio 2010

Iba a titular este artículo con la palabra 'Desfachatez'. Creo he titulado así ya unos diez artículos en estos ocho desfachatados años de gobiernos del presidente Álvaro Uribe. Desfachatez: descaro, desvergüenza, cinismo. Cualidad o comportamiento del que obra sin preocuparse de si lo que hace es lícito o no. O de si lo que dice es cierto o no. Desfachatez. El presidente Uribe acaba de superarse en desfachatez a sí mismo.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó esta semana al Estado colombiano (por sexta vez en los últimos tres años) por el asesinato, hace 16 años, del senador Manuel Cepeda, dirigente de la Unión Patriótica. Y a las pocas horas salió por diez radiodifusoras el presidente Álvaro Uribe a decir que pedía perdón, pues así lo exigía la sentencia en su calidad de representante del Estado. Pero a decir que no. Así:

Colombia tiene que pedir perdón a toda la ciudadanía afectada por la violencia, perdón. Ofrecer perdón, pedir perdón. Corresponde al Presidente de la República hacerlo, independientemente de la época de los crímenes. Yo lo hago con toda humildad.

¿Colombia? No: es demasiado amplia esa cobija. El que acaba de ser juzgado y condenado por la Cidh es el Estado, no el país. Pero Uribe lo niega:

-Yo no puedo decir que el Estado asesinó al senador Cepeda o al uno o al otro. Lo que sí puedo decir es que lo asesinaron. Y que eso es muy grave y que eso no se puede repetir.

Repetirlo es imposible: no se remata a un muerto, y ya fue exterminada minuciosamente toda la Unión Patriótica en su momento, dejando más de tres mil cadáveres. Uribe se limita a decir tautológicamente que como Manuel Cepeda fue asesinado, lo asesinaron. ¿Quiénes? Los asesinos. Como en el cuento del bobo del pueblo que denunció a los que se habían robado las campanas de la iglesia: "Los ladrones". Prosigue el presidente Uribe:

-Y yo pido perdón. Yo hago parte de ese 50 por ciento de las familias colombianas que ha sufrido en carne propia esa violencia. Sé qué es ese dolor. Y por eso desprevenidamente pido perdón.

Y ya no es el jefe del Estado acusado quien habla, sino una víctima: el hijo huérfano de un hombre asesinado por las Farc. No por una violencia innominada, indeterminada y como gaseosa: por las Farc, así como la que se llevó a Cepeda fue también una violencia específica (y señalada con nombre propio por la Cidh): la del Estado colombiano. Cuyo jefe toma ahora de nuevo la palabra:

-Pero hay que tener en cuenta una cosa: no se puede implorar, exigir a la justicia internacional que obligue al Estado colombiano a pedir perdón y al mismo tiempo adelantar falsas acusaciones, proceder con odio a maltratar injustamente a compatriotas, a maltratar injustamente la honra de los gobiernos. Eso es muy grave. Porque es tan grave el crimen físico como el crimen moral. Entonces en eso hay que tener mucho cuidado.

¡Caramba, Presidente! ¡Si Manuel Cepeda fue el asesinado, no el asesino! El compatriota "maltratado injustamente" fue él. Y no se trata de "falsas acusaciones": ya en el año 2001 el Tribunal Superior de Bogotá halló culpables materiales del asesinato a dos sargentos del Ejército, y los condenó a 43 años de cárcel (habría que averiguar si los están cumpliendo, o si les dieron la casa por cárcel o les redujeron la pena o andan por ahí con el brazalete magnético de los consentidos del Inpec, matando gente). Y en cuanto a "la honra de los gobiernos", son los gobiernos mismos los que se deshonran cuando comenten crímenes o los amparan, o cuando niegan que tales crímenes hayan sido cometidos.

Que es lo que sigue sucediendo ahora (pues lo de Cepeda y la Unión Patriótica, tal como dijo el presidente Uribe como quien se espanta moscas, "fue hace años, mucho antes que este gobierno"). Lo que sigue sucediendo ahora lo resumió la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) hace diez días, publicando que en lo que va de 2010 ya son 31 los sindicalistas asesinados. Diez días antes, la Confederación Sindical Internacional había dado la cifra para el año pasado, el 2009: 48. Y saltó entonces el gobierno a protestar indignado (por boca del ministro que se llama de Protección Social, nada menos), corrigiendo el dato: hay que contar solo 28, porque los otros 20 muertos eran "líderes sociales que no tenían relación con el sector sindical". No es fácil ir más lejos en la desfachatez.

Este gobierno tiene una rara capacidad para invertir la realidad, como en un espejo: para acusar a los acusadores, culpabilizar a los inocentes, inocentar a los culpables, defender a los victimarios contra sus víctimas. Como dijo hace unos días el ex presidente César Gaviria (y eso no significa que su propio gobierno estuviera limpio de polvo y paja y sangre) "este gobierno es un asco".

Ya casi se acaba: gracias sean dadas a la Corte Constitucional. Pero deja puestos tres huevitos de serpiente.

LAS CIFRAS Y MENSAJES DE LA SEGUNDA VUELTA


Por Efraín Viveros Filigrana
Bogotá, junio 20 de 2010. 20:50


Escrutado el 99.91% de las mesas, luego de emitido el boletín número 38 de la Registraduría Nacional, tenemos los siguientes resultados y primeras consecuencias, veamos:

La abstención:
La participación electoral pasó de 14.764.362 a 13.427.106, quiere decir que 1.427.106 ciudadanos dejar de participar en la segunda vuelta respecto de los que lo hicieron en la primera vuelta. Esto quiere decir que la abstención pasó de 50.76% a 55.52%. Lo que significa una clara falta de legitimidad de Juan Manuel Santos, es un gobierno de la minoría.

Entre abstención y voto en blanco suman 1.784.842 votos que no apoyaron a ningún candidato en esta cita electoral. Los colombianos que no votaron en ninguna de las dos vueltas presidenciales son 15.219.817.

Si consideramos la votación presidencial por el PDA (1.329.512), queda claro que la directriz de abstención resultó exitosa. La de voto en blanco, que es otra forma de rechazo, no logra ser muy significativa si bien duplicó su participación el 30 de mayo pasando de 224.355 a 455.330, es decir de 1.54% a 3.417%.

En cuanto a los votos nulos y los tarjetones no-marcados, que no hacen parte de los votos válidos, aumentaron su participación de 1.16 a 1.49% y de 0.52% a 0.74%, respectivamente.

Las alianzas y su resultado electoral:

A Santos, que obtuvo 6.758.539 el 30 de mayo, le adhirieron Vargas Lleras (1.471.377); Nohemí (892.323) y la mayoría de parlamentarios liberales con Pardo (636.624); que en su conjunto suman 3.000.324 de votos, que sumados a los de Santos en la primera vuelta dan 9.758.863 sufragios.

Pero el resultado electoral de Santos es de 9.005.000 votos, si aproximamos por lo alto. Es decir, están "perdidos" 753.000 votos que antes apoyaron al "uribismo", en cifras redondas. Ellos se dividieron entre votar Mockus contra Santos, la abstención, el voto en blanco, los votos nulos y los tarjetones no-marcados, pero no benefiaron la táctica de Santos y el régimen en su conjunto.

Resumen:

En medio del ruido del festejo de los beneficiarios reales del triunfo presidencial de Santos y de los ilusos del pueblo que piensan que han ganado, lo real es que la táctica de NO-votar ni por Santos ni por Mockus fue la de mayor acogida entre los ciudadanos. En especial, ganó el llamado a la abstención, pues el llamado al voto en blanco es protesta pero muy débil.

La táctica de votar por Mockus logró incrementar 468.103 electores, es demasiado poco cuando se propuso conmover a los abstencionistas para ganarle a Santos.

La táctica de "meterle un gol a la abstención" perdió, no fue acatada por cientos de miles de ciudadanos que participaron en marzo y el 30 de mayo, para no hablar de los millones de abstencionistas que no se movieron a las urnas en ninguno de los recientes episodios electorales.

Las condiciones para hacer oposición son mejores.

El discurso del Mockus "derrotado" define al Partido Verde como segunda fuerza, pero no como oposición, sino por "la independencia y la deliberación", lo que produjo la acogida inmediata y el beneplácito de Uribe y de Santos que en sus alocuciones inmediatas lo llamaron a la "unidad nacional" tomando sus banderas (Santos), y felicitándolo por alejarse de la "oposición estéril" (Uribe). Si el Partido Verde procede a atender el llamado del "uribismo" (¿o "santismo"?) no riñe con la mockusiana ambigüedad de "deliberar" ni con las definiciones de "independencia" que vienen de allá, bien conocemos que en Colombia existe la vieja táctica de apoyar gobiernos a "título personal y técnico", hecha popular en la jerga y la práctica politiquera el expresidente "social-conservador" Misael Pastrana Borrero.

SON DATOS anunciando que la oposición le corresponde adelantarla a las fuerzas progresistas, democráticas y de izquierda que –dentro o fuera del Congreso y dentro o fuera del Polo- están contra el neoliberalismo, el autoritarismo de corte fascista, la corrupción y la lucha contra la dependencia del imperialismo.

Los cantos de sirena hacia el movimiento sindical y social, anunciados por Santos al referirse al "papel fraternal" y conciliador de su vicepresidente Garzón, van a chocar con la férrea resistencia de los hombres y mujeres que defienden los intereses de los explotados, los oprimidos y la soberanía de Colombia.